jueves, 28 de marzo de 2024

Grandes inventos de la Medicina: El pulvi-inhalador Fisac

(AZprensa) Ya hemos visto en el apartado anterior cómo su descubrimiento de que la inhalación de sales cálcicas podía curar la tuberculosis abrió una nueva vía en el tratamiento de esta enfermedad, pero aquello era una teoría que había que llevar a la práctica y esto es lo que hizo su primo, el farmacéutico Joaquín Fisac, inventando el “Pulvi-inhalador Fisac”. Si bien diversas revistas científicas atribuyeron este invento a Gaspar Fisac (“El Siglo Médico”, “Revista de Ciencias Médicas de Barcelona”, “España Médica”, etc.) la realidad es que la idea de llevar ese ambiente cargado de sales cálcicas a los enfermos de tuberculosis mediante un aparato de inhalación fue idea de Joaquín Fisac, quien lo desarrolló y patentó, si bien contando siempre con la ayuda de Gaspar.
 
Así explicaba Joaquín el razonamiento científico que dio lugar al mismo:
 
“Ved la explicación que nos dábamos el Dr. Gaspar Fisac y yo, respecto a esta magna cuestión médica:
Las sales de cal tienen la propiedad de combinarse con el ácido carbónico para transformarse en bicarbonato cálcico soluble, el cual, por el calor y las diferencias de presión, deja desprender el anhídrido carbónico, y se precipita, por hacerse o convertirse en sal insoluble, carbonato cálcico.
Ahora bien, ¿Ocurre esto en la hematosis pulmonar de yeseros y caleros, donde la gran potencia química del ácido carbónico naciente que se exhala, acelera la trasformación de las partículas de cal que se inhalan, en bicarbonato cálcico soluble. Tal estado no produce la irritación o flogosis que llevan consigo otros polvos, por acumulación de materias sólidas; sino que aprovechando esta circunstancia de solubilidad, formaría, al ir poco a poco abandonando, por diferencias de presión, el anhídrido carbónico, la sal más estable, el carbonato cálcico, también conocido como creta; ya que constituye en parte el tubérculo cretáceo, impidiendo de esa o de otra suerte análoga, la pululación del bacilo de Koch. Esto en cuanto a la cal, que por lo que respecta a sus sales, como también es deglutido el polvo, va sujeto a otras trasformaciones químicas que lo hacen soluble”.
 
Para mayor seguridad consultaron con el catedrático de Química Biológica de la  Universidad central de Madrid, el Dr. José Rodríguez Carracido, el cual no sólo avaló sus hipótesis sino que les dio un valor añadido. Tal como explicó, el sulfato cálcico que dispensaba el inhalador, al entrar en contacto con los fluidos del organismo, formaba sales cálcicas por un proceso de doble descomposición. Por reacción ácido-base neutralizaban la acidez del bacilo, haciéndola mucho más vulnerable, pero además, y como estas sales cálcicas acababan precipitando, al depositarse arrastraban las cimasas que segregaba el bacilo de Koch, dando como resultado la paralización de la acción tóxica de dicho bacilo. En opinión, pues, del Dr. Carracido, el Pulvi-inhalador era una terapia doblemente eficaz.
 
Tan importante era, en este caso, el principio activo como el dispositivo para su administración. Pasemos, pues, a analizar primero dicho principio activo.
 
Gaspar Fisac había demostrado que los hidratos, ortofosfatos y sulfatos cálcicos simulaban perfectamente el ambiente que respiraban los yeseros y caleros y que dichas sales no irritaban la mucosa respiratoria. Si además se le añadía una sustancia balsámica como el eucaliptol y ácido benzoico, se conseguía un aroma mucho más agradable de respirar. Esta era, pues, la composición final:
 
- Hidrato cálcico: treinta y dos gramos, por cada cien gramos totales de preparado final.
- Ortofosfato cálcico: treinta y dos gramos, por cada cien gramos totales de preparado final.
- Sulfato cálcico: treinta y tres gramos, por cada cien gramos totales de preparado final.
- Ácido benzoico: un gramo, por cada cien gramos totales de preparado final.
- Eucaliptol: dos gramos, por cada cien gramos totales de preparado final.
 
Pero una cosa son los ingredientes y otra muy distinta y más complicada la forma de prepararlos. Esta tarea correspondió a Joaquín Fisac quien disponía en el laboratorio de su farmacia de cedazos y tamices con más de 4.000 orificios por centímetro cuadrado, lo que daba lugar a un polvo finísimo que podía ser inhalado perfectamente, llevando en las proporciones deseadas la mezcla de sus principios activos. Sin embargo, una vez conseguidos estos polvos, había que purificarlos para que no contuviesen ningún germen patógeno para, finalmente, envasarlos en frascos de cristal parafinados. Dichos envases tenían la cantidad necesaria para poder realizar inhalaciones diarias durante tres o cuatro meses, manteniendo en todo momento la estabilidad y propiedades de dicho polvo.
 
Para la administración de estos polvos era preciso disponer de un dispositivo que permitiese inspirarlo tanto por la boca como por la nariz, tal como explicaba Joaquín Fisac:
 
“El objetivo del aparato reside en la respiración y deglución de sales cálcicas, pues por ambos caminos se llega a la mucosa pulmonar, que es donde debe ejercer su efecto. La porción del polvo que pasa al organismo por la boca; se mezcla, y traga o deglute con la saliva, constituyendo así un tratamiento que, no es nuevo en absoluto, pues la naturaleza lo emplea hace muchos años, pero que no ha sido instituido hasta ahora como tal tratamiento. El Pulvi-inhalador Fisac, viene, pues, a llenar este vacío sentido hace mucho tiempo y puesto de manifiesto con todo rigor y constancia por los médicos españoles en la colaboración que tuvo la honra de recopilar el Dr. Gaspar Fisac en el año 1907”.
 
El aparato constaba de un recipiente de vidrio, de fondo redondeado, en donde se encontraban los principios activos; una pera de goma para propulsar la salida de estos polvos al exterior; y una boquilla que canalizaba la salida de esta pulverización en dirección al paciente.
 
El manejo de este inhalador era muy sencillo, según lo explicaba el propio inventor: “El manejo es sencillo, debe el propio enfermo u otra persona a su lado y enfrente a él, comprimir con suavidad la pera de goma, despacio y acompasadamente, a distancia de medio metro, poco más o menos de la boca del paciente, que la tendrá ligeramente entreabierta, y si la tos molestase alguna vez, debe inclinarse la cabeza un poco hacia un lado, pues de ese modo no se sustrae a la difusa y sutil inhalación que rodea a las personas”. Además aclaraba que: “Como el objeto fundamental es difundir el polvo calcáreo formando una atmósfera que envuelva al paciente, no es necesario que la inhalación se verifique directamente sobre al boca, aunque cabe realizarse a corta distancia de la misma. Puede llevarse a cabo con la cabeza ligeramente desviada del aparato”.
 
Esta sencillez de manejo la explicaba perfectamente Elena García Vela en su tesis doctoral “La farmacia en el entorno de La Mancha” (2015):
La primera premisa, era que el aparato debía estar sujeto entre ambas manos por el propio paciente o un cuidador de éste, o en su caso, bien apoyado sobre una superficie lisa, como por ejemplo una mesa.
La segunda de estas cuestiones hacía referencia a la distancia que debía existir entre el aparato y el enfermo; debiendo ser ésta de aproximadamente medio metro.
En cuanto al paciente; éste debía posicionarse a la citada distancia y siempre mantener la boca entreabierta, para que el polvo pudiese penetrar por ella y por las fosas nasales a una misma vez, para ejercer así su efecto por ambas vías de entrada, tal y como se ha tratado ya en puntos anteriores.
Para que el polvo alcanzase las vías del paciente; éste o su cuidador, debían comprimir con acompasado movimiento manual la bola o pera de goma incluida en el dispositivo.
Al momento de la inhalación, si esta había sido realizada dentro de una habitación cerrada, era frecuente notar en el ambiente el polvo en suspensión flotando. Mientras no se produjese tos por parte del paciente, no era necesario ni ventilar ni renovar el aire.
 
Con todo, y según expone Elena García Vela, se recomendaban una serie de consejos adicionales para el buen uso del citado invento:
En cuanto al uso del aparato, era necesario agitarlo muy bien antes de usarlo. El objeto de dicha acción era evitar así la acumulación del polvo que tenía una inevitable tendencia a depositarse en el fondo.
Sobre el momento del día en el cual era mejor realizar las inhalaciones, se consideraba conveniente que éstas, sin excepción alguna, se practicasen antes o entre las comidas. Este hecho se fundamentaba, en dos pilares bien definidos;
- El primero; que muchos pacientes, en su afán por una pronta curación, bien prolongaban demasiado tiempo las inhalaciones, bien acercaban demasiado el aparato a la boca. Ambas acciones podían tener como resultado común la inevitable producción de vómitos.
- El segundo; dado que parte del polvo resultaba deglutido, la mucosa del tubo digestivo se ponía en íntimo contacto con el mismo. Esto ocurría así especialmente cuando el estómago estaba vacío.
Y, finalmente, en cuanto al modo de conservar el Pulvi-inhalador, se aconsejaba conservarlo en un lugar fresco y seco, y tapado con una bola de algodón hidrófilo ya que, dada la naturaleza higroscópica de las sales que lo componían, si estas se desnaturalizaban y sufrían un proceso de hidratación, se convertirían en un compuesto pesado y grumoso por lo que había que desecharlas y abrir y limpiar bien todas las piezas internas del Pulvi-inhalador.
 
En cuanto a la posología, se recomendaba hacer las inhalaciones tres veces al día, aunque podían aumentarse o disminuirse en función de la gravedad y evolución de la enfermedad. Cada una de estas aplicaciones debía tener una duración de unos 10 minutos, aunque podían llegar a los 15 ó 20 en algunos casos. En cuanto al tiempo que debía mantenerse dicho tratamiento, se recomendaba un periodo aproximado de unos dos meses, aunque en casos graves podía prolongarse algo más. Concretamente se decía que “debe prolongarse varios meses, dos o tres como mínimo, dejando algún reposo de varios días al final de cada mes, y practicando las inhalaciones, durante diez o quince minutos, dos o tres veces al día, siendo lo ideal en los intermedios de las comidas”.
 
La indicación para la cual se desarrolló este medicamento fue la tuberculosis, pero también podía emplearse en otras indicaciones tales como: Hemoptisis, pulmonías, pleuresías, bronquitis, estados gripales y cualquier patología que comprometiera al sistema respiratorio, anemia y, de manera más general, en todos aquellos casos en los que fuese necesaria la tonificación del organismo.
 
El paso siguiente era patentar dicho invento y a este fin se presentó el 25 de abril de 1910 al Registro de la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio, del ministerio de Fomento, concediéndosele la patente nº 47.881 al día siguiente, aunque no fue hasta el 16 de junio de 1910 cuando apareció publicado en el Boletín de la Propiedad Industrial.
 
Ya con la patente conseguida, el “Pulvi-inhalador Fisac” comenzó a comercializarse en España. Por supuesto que Joaquín Fisac lo vendía en su farmacia pero también podía encontrarse en otras muchas farmacias de toda España: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Valladolid, Pontevedra, Cádiz, Sevilla, etc.
 
Para conseguir la mayor difusión posible, Joaquín editó en 1911 un folleto científico explicativo titulado “Pulvi-inhalador Fisac. Recalcificación de inhalaciones purulentas” y se hicieron eco de él diversas publicaciones, tanto de carácter científico (“El Siglo Médico”, “La Farmacia Española”, etc.) como generales (“Adelante”, “El Eco de Daimiel”, etc.).
 
Con el “Pulvi-inhalador” ya en el mercado, Gaspar Fisac publicó en 1911 una nueva obra, “Tratamientos de la tuberculosis e inmunidad de los yeseros y caleros” que suponía una ampliación de sus anteriores estudios, contando para ello con la colaboración de otros doctores, entre ellos el Dr. Hipólito Rodríguez Pinilla, catedrático de Medicina de la Universidad de Salamanca.
 
Así hablaban de él, por ejemplo, en el “Boletín del Colegio de Médicos de Tarragona” de octubre de 1911:
“...La miseria y los vicios efectivamente, son como afirman los autores, las causas del aumento de la enfermedad (la tuberculosis) y de su desarrollo en los individuos.
El tratamiento como la etiología, está expuesto con claridad suma dentro de los reducidos límites de la obra, y el capítulo sobre tuberculinas pone de manifiesto la diversidad de criterios que han precedido a su preparación, y respecto determinación del índice opsónico resulta no ser clínico el procedimiento como no lo es tampoco el de la tuberculinoterapia.
La quinta parte de la obra está destinada al estudio de las inmunidades profesionales, en especial de los yeseros y caleros, con las diversas comunicaciones presentadas a diversos Congresos por el Dr. Fisac, seguidos de la parte estadística, que es importantísima, viéndose en ella los resultados del tratamiento por las inhalaciones calcáreas y técnica del tratamiento con el ‘Pulvi-inhalador’ del farmacéutico J. Fisac”.
 
Unos años más tarde, con la aparición del “Reglamento para la Elaboración y Venta de Especialidades Farmacéuticas”, de seis de marzo de 1919, Joaquín Fisac decidió hacer los trámites administrativos necesarios para registrarlo como especialidad farmacéutica.
 
Se entendía por “especialidad farmacéutica” todo medicamento de composición conocida e identificada claramente, que se dispensase en farmacias –previa prescripción del médico- en un envase uniforme y precintado. Para ello debían estar registradas previamente y contener una sustancia “muy activa” (lo que hoy se conoce por “principio activo”), es decir, aquella cuya dosis máxima de administración inicial fuera de fracción de miligramo a cinco centigramos como máximo. En este caso concreto, los cinco compuestos utilizados, cumplían esta premisa.
 
Como no estaba permitido que un farmacéutico vendiese especialidades farmacéuticas que llevasen su propio nombre, Joaquín Fisac le cambió el nombre por “Pulvi-inhalador de  sales calcáreas” registrándolo así en la Dirección General de Sanidad en 1922 con el nº 2216. De esta forma podemos conocer que esta especialidad farmacéutica fue la primera de su clase que se registró en España, puesto que –hasta entonces- tan solo era posible acceder a preparados con esta vía de administración, procedentes de otros países, ninguno de los cuales tampoco llevaba en su composición, estas u otro tipo de sales calcáreas. En realidad, los dos competidores con que tuvo que enfrentarse eran “Arsicalcina” y “Neobios”, el primero en forma de comprimidos y el segundo en ampollas para su administración hipodérmica.
 
Precisamente para su registro como especialidad farmacéutica se indicaba en la documentación presentada que “no el interés industrial, sino el de prestar facilidades técnicas instrumentales al estudio y práctica del Dr. D. Gaspar Fisac, demostrando con sus investigaciones y estudios; avalados todos ellos por la opinión de millares de médicos españoles, en su obra ‘La inmunidad de yeseros y caleros para la tuberculosis’, fue el móvil de mi preparado ‘sales calcáreas’, y el de idear un aparato para posibilitar su aplicación, el ‘Pulvi-inhalador Fisac’. Demostrando de este modo, en la práctica, sus efectos curativos en los procesos tuberculosos de forma tórpida”.
 
Tanto Gaspar Fisac como Hipólito Rodríguez Pinilla y otros doctores de la época corroboraron los beneficios que reportaba esta especialidad farmacéutica, mejorando el estado pulmonar hasta la curación; e incluso hablaban de propiedades tales como las de antipirético, regulador del apetito y anticongestivo. Esos efectos beneficiosos se sustentaban, en su opinión, en cuatro factores fundamentales:
- El hecho de que las autopsias demostrasen tubérculos calcificados en sujetos que no habían muerto de tuberculosis.
- La demostración llevada a cabo por el Dr. Fisac, probando que tanto caleros como yeseros no padecían la tuberculosis.
- Lo inocuo del tratamiento, con la ausencia casi total de efectos adversos derivados de su uso, siendo además fácilmente aceptado por los enfermos, y compatible con otras medicaciones.
- Y finalmente, la superioridad del beneficio ejercido por las inhalaciones frente a la ingesta por vía oral de preparados a base de calcio.
 
Finalmente en 1940, Joaquín Fisac –con motivo de su jubilación- dejó de fabricar esta especialidad farmacéutica pionera y por ello realizó los trámites administrativos necesarios para darla de baja. Como prueba fehaciente de la lentitud de la burocracia, se tardaron seis años hasta que la Jefatura Provincial de Sanidad de Ciudad Real anulase el registro que, sin embargo, siguió en el Archivo General de la Administración hasta abril de 1958, esto es, no se cerró definitivamente el proceso de baja de esta especialidad ¡hasta 12 años después de haberlo solicitado!
 

Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.

miércoles, 27 de marzo de 2024

La Tierra viva

(AZprensa) Esta imagen corresponde a la erupción volcánica de Grindavik en Islandia y nos muestra la majestuosidad de las fuerzas de la Naturaleza: La lava incandescente que brota a lo largo de una grieta de varios kilómetros y la belleza de la aurora boreal en el cielo.
 
Belleza y destrucción se unen en un espectáculo que borra del mapa la huella humana para esculpir un nuevo paisaje y un nuevo renacer de la vida tras la catástrofe.
 
Los islandeses ya están acostumbrados a las erupciones volcánicas, aun cuando la lava devore sus casas y sus negocios. Pero Islandia es una nación fuerte y solidaria y sabe convivir con esta Tierra que palpita bajo sus pies y atender a los ciudadanos afectados con prontitud.
 
No sabemos cuánto durará esta erupción ni qué consecuencias finales tendrá, pero mientras tanto nos recuerda que somos unos simples insectos que vivimos en su superficie, que en cualquier momento desapareceremos para siempre, y que la Tierra seguirá viviendo muchos millones de años más.
 

Una Biblioteca diferente: 

Cómo aprender inglés

(AZprensa) La enseñanza del idioma inglés es un auténtico martirio para los españoles, sobre todo porque los profesores se empeñan en que aprendamos la gramática y no paran de poner ejercicios de sintaxis, de repaso de verbos, etc. con el fin de que lo memoricemos todo, y ese no es el camino. Los niños británicos no saben hablar inglés cuando nacen y ¿cómo lo aprenden? Desde luego que no les enseñan gramática en la guardería, ni repasan los tiempos de los verbos con ellos. El idioma (ese y cualquier otro) no se aprende “de memoria” sino “aprendiendo a pensar en ese idioma”. Esa es la clave, unir imágenes y palabras, ideas y palabras, escenas y expresiones… y poco a poco, sin que se escuche ni una sola palabra en otro idioma, irse acostumbrando a pensar en ese idioma. Esta es la historia de cómo aprendí inglés y cuáles fueron sus consecuencias…
 
Durante los años de bachiller las clases eran como ya he explicado: gramática y memoria. El profesor y todos nosotros pasábamos más tiempo hablando en español explicando la gramática que hablando en inglés. Total, que acabé el bachiller y sabía algo de gramática y verbos pero era incapaz de hablar inglés más allá de los consabidos “good morning” y “my tailor is rich”.
 
Empecé la carrera de Publicidad y una de las asignaturas era el inglés, pero ¡oh sorpresa! se empezaba desde nivel cero. Otra vez las mismas lecciones que había estudiado durante el bachillerato. Total, que acabé la carrera sin saber hablar inglés.
 
Empecé a trabajar y no era necesario el inglés, así que olvidé lo poco que había aprendido. Doce años después me cambié a un grupo multinacional y conseguí el puesto a pesar de no saber inglés, así que debieron pesar mucho más mis cualidades personales y profesionales que mis rudimentarios conocimientos de gramática inglesa. No obstante, como el inglés era necesario, nos pusieron un profesor de inglés en horario laboral, tres días a la semana. ¿Y cómo eran esas clases? ¡Iguales! Repetir y repetir hasta memorizar todo. Un auténtico suplicio. Pero yo era consciente de la necesidad de aprender inglés para progresar, así que me tomé la justicia por mi mano. Dije que renunciaba a esas clases y que me pagaba de mi bolsillo un curso de unas semana de inmersión en inglés (300.000 pesetas, que sería como ahora 2.000 euros), aunque por lo menos la empresa consideró como laborables esos días que iba a pasar fuera estudiando.
 
Ese curso consistía en un encierro en una casa de campo, en un pequeño pueblo de Segovia. Un profesor y dos alumnos por cada clase. Ocho horas diarias de clase en donde te enseñaban a pensar en inglés y no se pronunciaba una sola palabra en español. En las horas de descanso, durante las comidas con otros alumnos o por las noches cuando jugábamos al billar, tomábamos una cerveza o dábamos un paseo, seguía estando prohibido pronunciar una sola palabra en español. Todos debíamos pensar en inglés y expresarnos en ese idioma y tanto era así, que por las noches ¡soñaba en inglés! Pero lo mejor de todo es que funcionó. Cuando volví a la oficina ya era capaz de expresarme en inglés, un inglés bastante rudimentario, pero es que el objetivo de ese curso no había sido enseñarnos gramática sino enseñarnos a comunicarnos en inglés con otras personas. Tanto fue así, que poco después viajé a Manchester para exponer en inglés los planes que teníamos en mi empresa… ¡Y me entendieron! (Cierto es que con algo de ayuda en el coloquio posterior, pero conseguí salir airoso de la situación).
 
Vistos los buenos resultados, unos meses después, el presidente de la compañía nos mandó a otro compañero y a mí a hacer un nuevo curso en ese mismo lugar, esta vez, pagado por la empresa. Este segundo curso me ayudó a coger más soltura y, como agradecimiento a mi esfuerzo y por haberles recomendado y conseguirles más alumnos, me ofrecieron hacer un tercer curso completamente gratis.
 
Conclusión: Ya estaba en condiciones de comunicarme en inglés con otras personas y así se lo hice saber al presidente del grupo en España, el cual había manifestado apenas un año antes “¡qué pena que no sepa hablar inglés!” ya que ese desconocimiento me cerraba las puertas a cualquier progreso dentro de la multinacional. Ahora ya estaba en condiciones de comunicarme en inglés y eso me llevó a dar un salto cualitativo y cuantitativo (money) dentro del grupo pasando a otra de sus divisiones, dejando atrás la Publicidad y centrándome a partir de ese momento en la Comunicación periodística. En mi nuevo puesto como Country Communication Manager o Dircom, empecé a viajar por toda Europa, a participar en reuniones internacionales, formar equipo con mis colegas de otros países, etc.
 
Pero a pesar de eso, el inglés hay que mantenerlo vivo, y la empresa me puso una profesora particular para perfeccionar mi nivel de conversación. Tres días a la semana, venía a mi despacho y hablábamos de cualquier cosa, y esa era la mejor manera de adquirir una mayor soltura en el inglés. Pero, para hacer más divertidas las clases, se me ocurrió una idea insólita: trasladar al inglés algunas de mis poesías.
 
Traducir un texto puede tener mayor o menor dificultad, pero traducir una poesía tiene una dificultad extrema, porque no basta con expresar lo mismo en otro idioma, sino que hay que trasladar también el ritmo, la emoción y sentimiento del poema, la musicalidad… Era un reto que la profesora aceptó encantada y de esta forma, al fin, conseguí lo que tanto había deseado: ¡Que las clases de inglés fuesen divertidas!
 
Como  muestra, este pequeño fragmento de uno de mis poemas.
 
“The rain wets your hair
when you came
in the middle of the storm
-lots of things to do-
an uncertain day
when you didn’t know
what you’d find
came back home”.
 
Resumiendo: Si quieres aprender inglés, olvídate de la gramática y piensa en inglés, siempre hay mil y un caminos diferentes para expresar las ideas; no recurras a pasarte al español para tratar de entender algo, utiliza sinónimos o descripciones para a aquello cuya palabra no conoces, practica mucha conversación sobre temas que te interesen, ponte películas en inglés con subtítulos en inglés, y escribe mucho, todo lo que puedas, en inglés.
 

Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás echar un vistazo a todos los libros de este autor.

martes, 26 de marzo de 2024

¿A qué se dedica la Policía?

(AZprensa) Viendo la fotografía adjunta uno se pregunta que para qué está la Policía, sobre todo cuando las páginas de informativos están llenas de todo tipo de delitos. Siendo así ¿merece la pena que la Policía dedique un solo minuto de su tiempo y un solo céntimo de sus presupuestos en editar y colocar estos carteles?
 
Por otra parte, leyendo el mismo uno echa en falta un “género”, concretamente el de “heterosexual”, porque yo creía que este era el más común, pero ni siquiera aparece en el cartel, lo cual debe significar que los “heterosexuales” somos una especie en extinción ya que ni siquiera nos citan en tan amplia lista.
 
Esta es la deriva a la que nos conduce el actual gobierno de Pedro Sánchez, sus aliados (ultraizquierda e independentistas), y sus cómplices (los medios de comunicación).
 

Una Biblioteca que no sigue los dictados del poder: https://amzn.to/3sOO1Yq

La tuberculosis en la España rural de hace más de un siglo

(AZprensa) La tuberculosis llegó a ser la enfermedad infecciosa más prevalente del mundo. Está causada por diversas especies del genero Mycobacterium tuberculosis y no fue hasta 1882 cuando Koch descubrió el bacilo causante de la misma. Se transmite por vía respiratoria y digestiva. La prevención y el tratamiento consistían en buena alimentación, habitaciones limpias, trabajo moderado, y medidas de higiene y salubridad en las poblaciones. Los remedios farmacológicos eran de lo más diverso... y de lo más ineficaz: arsénico, tanino, yodo, alcohol, inhalaciones de alquitrán, etc.
 
La comunidad científica debatía en aquellos años respecto a dos elementos como los desencadenantes de la enfermedad. Por una parte estaban los llamados “gerministas” que achacaban la enfermedad al bacilo; por otra parte, estaban los “higienistas” que señalaban existía una predisposición a padecer dicha enfermedad cuando las condiciones higiénicas eran poco favorables. Sin embargo, la gran mayoría de los médicos reconocían que ambos factores jugaban un papel igualmente importante, aunque unos se inclinasen más por medidas encaminadas a combatir el germen causante y otros por medidas higiénicas adecuadas para prevenir la enfermedad.
 
Tan atemorizada estaba la población ante esta enfermedad que la gente tendía a ocultarla y no fue, hasta mediados de este siglo, que comenzaron a realizarse estudios epidemiológicos. Gaspar Fisac fue uno de los pioneros en este sentido.
 
Desde que en 1905 escribiera “Topografía médica de Daimiel y su partido” en donde dedicaba un amplio espacio a la tuberculosis, fue esta enfermedad la que más centró su interés como investigador. Dada la minuciosidad con que hacía todos sus trabajos de investigación, pronto se dio cuenta de un hecho curioso: revisando la profesión de quienes padecían tuberculosis se daba la circunstancia de que esta enfermedad no la padecían los yeseros y caleros, por lo que supuso que respirar ese  aire cargado de polvos calcáreos les inmunizaba de alguna forma.
 
Su descubrimiento se presentó en el Congreso Internacional sobre tuberculosis que se celebró en París en 1905, despertando el interés de toda la comunidad científica. Aunque, lógicamente, contó con algunos detractores, sus estudios posteriores basados en la ciencia, la experiencia y las estadísticas acabaron por darle la razón.
 
En el XIV Congreso Internacional de Medicina, celebrado en 1906 en Lisboa, presentó dos comunicaciones en este sentido, enviándolas posteriormente a la revista “La Farmacia Española” en donde fueron publicadas. Su objetivo siguiente era demostrar esta hipótesis y a ello encaminó su trabajo “Inmunidad de los yeseros y caleros contra la tuberculosis pulmonar” realizado en 1907. Reunió en él estadísticas más numerosas, procedentes de las 49 provincias que entonces formaban España y señalaba que sólo había encontrado cuatro defunciones en este grupo profesional. Este trabajo fue presentado en el Congreso Internacional de Tuberculosis celebrado aquél mismo año en París y obtuvo una gran aceptación a nivel internacional.
 
El razonamiento científico era el siguiente: el polvo de cal y yeso que flotaba en el ambiente, al ser inhalado y mezclarse con el ácido carbónico, se transformaba en bicarbonato cálcico soluble, el cual, debido al calor y a la diferencia de presión, desprendía anhídrido carbónico que precipitaba y se transformaba en carbonato cálcico insoluble. Este último, debido a su gran estabilidad, pasaba a formar parte del tubérculo cretáceo, impidiendo el avance del bacilo de Koch.
 
Como quiera que contase también con detractores de sus ideas, desde el momento en que las expuso por primera vez, Gaspar profundizó más aún en sus estudios y explicó que cuando una persona con tuberculosis respiraba esos polvos, estos pasaban al aparato digestivo y después, por vía linfática, llegaban al pulmón. Reafirmaba, pues, la teoría según la cual el bacilo Koch entraba en el organismo por vía digestiva para acabar alojándose a nivel pulmonar. Pero además, demostraba que los carbonatos, sulfatos y fosfatos de cal eran una excepción dentro de las sales y no producían irritación de la mucosa.
 
Este nuevo enfoque de la enfermedad avalaba la importancia de la dieta, que debía ser rica en sales de cal, pero aun así era un medida válida solamente en individuos sanos, no en los que ya hubieran enfermado. Para estos últimos, la solución era la infiltración fibro-calcárea del tubérculo y esto sólo se podía conseguir respirando una atmósfera cargada con este tipo de sales.
 
En 1908, con motivo de su participación en el Congreso antituberculoso de Zaragoza, se publicaron en los medios de comunicación, los últimos avances en el tratamiento de la tuberculosis, llevados a cabo y expuestos en estas reuniones científicas por Gaspar Fisac. Como ejemplo, reproducimos un recorte del periódico de Ciudad Real “El Labriego” del 10 de octubre de 1908 que, bajo el titular “El Doctor Fisac” decía lo siguiente:
 
“No hemos tenido ocasión de ver la comunicación ‘Nuevos datos sobre la inmunidad de los yeseros y caleros para la tuberculosis pulmonar’, del médico de Daimiel, pero sí el siguiente telegrama:
Daimiel-Zaragoza-19,45-Doctor Fisac-Grandes aplausos Victoria sus trabajos, votando sección homenaje. Alentados escribiré Valencia-Abrazos-Chavás”.
El doctor Chavás, que leyó aquella comunicación en Zaragoza, es uno de los jóvenes especialistas en tisioterapia más estimados en España y dirige en Valencia la única ‘Revista de tuberculosis’ que se publica en nuestra patria, ha presentado él otras interesantes comunicaciones suyas y ha dado una conferencia muy notable mereciendo notables felicitaciones y aplausos.
Así como en París el doctor Verdes Montenegro dio lectura a la primera comunicación del médico titular manchego...(ilegible)...de grandes talentos y acreditada reputación, lee la cuarta comunicación sobre el mismo asunto del propio médico rural.
Nosotros decíamos, a propósito de este, en 1907 a raíz del Congreso de Lisboa, su afición al estudio le lleva constantemente a la observación y de aquí sus grandes triunfos en todos los Certámenes y Congresos  los cuales ha concurrido.
‘Felicitamos muy sinceramente al Sr. Fisac y bien le deseamos ocupe puestos en los que recoja el fruto de sus desvelos y pueda dedicarse de lleno a trabajos que llevan por objeto el bienestar de la humanidad’ (J. Selgas, El Labriego, 16 de julio 1907).
Nosotros hemos visto que la prensa diaria sólo se ha ocupado de unas cuantas comunicaciones, cuando han sido más de sesenta las presentadas y precisamente  sobre el tema de inmunidad de los yeseros y caleros también había otro tema que decía: ‘Apuntes para una historia clínica, tuberculosis pulmonar. ¿Curación? Doctor Pedro Arilla’.
Se hace simpática esta causa en la que como ven nuestros lectores, el médico al proponer inhalaciones de polvo de yeso de cal, ningún específico ni ningún medicamento caro, propone si no que llamando la atención con sus estadísticas para que se imite a la naturaleza, lleva ya cuatro años en constante comunicación con el mundo médico, proponiendo se amplíen experimentalmente estos estudios que nada cuestan.
Sabemos que la Diputación de Ciudad Real ayuda con la impresión gratuita de sus trabajos al Dr. Fisac a quien ha nombrado su Delegado en el Congreso de Zaragoza.
Pero se nos ocurre por ahora preguntar ¿no podría ayudarse a su autor a la ampliación de estos estudios?
Entre las conclusiones votadas en Zaragoza el día seis, precisamente en el que se recibió el telegrama que encabeza estas líneas, hay una que dice: ‘Proponer al Gobierno que facilite la realización de ensayos de inmunización en los animales’.
Para que la Diputación de Ciudad Real comprenda que nuestra pregunta está justificada, con nuestro cariño a los médicos manchegos que procuran no desmayar en la lucha, repetimos la primera frase del dicho telegrama: ‘Grandes aplausos historia sus trabajos, votando sección homenaje’.
Y la repetimos porque creemos que ese voto de gran significación...” (resto de texto ilegible)
 
En el año 1912 intervino en el I Congreso Español Internacional de Tuberculosis, celebrado en Barcelona, en donde presentó “Profesiones en relación con la tuberculosis” (en donde, además de toda la experiencia de sus estudios previos a nivel nacional incorporaba datos al respecto de otros países) y “Tratamientos de la tuberculosis e inmunidad de los yeseros y caleros”, siendo premiado por sus aportaciones a la Medicina.
 
Estos estudios fueron la base para la invención del “Pulvi-inhalador Fisac” del que hablaremos con mayor detenimiento en el último apartado de este capítulo. Por lo que se refiere a sus estudios, publicaciones y comunicaciones sobre la tuberculosis, unos años después presentó en el II Congreso Español Internacional de Tuberculosis, celebrado en San Sebastián en 1913, su trabajo “Recalcificación y tuberculosis" que resultó premiado en dicho congreso y en el que demostraba los beneficios del tratamiento con el citado “Pulvi-inhalador”, pasando así de la teoría a la práctica.
 

Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.