miércoles, 8 de mayo de 2013

Un clásico sin somnolencia


Un estudio del Prof.Schwartz (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica, INSERM) permitió valorar hace tres décadas el efecto sedante de diferentes antihistamínicos, administrando estos a las dosis habituales recomendadas para los mismos en terapéutica. Para ello procedió a la medición del porcentaje de H3-Mepyramina fijada  en los receptores H1 cerebrales, unas mediciones que se llevaron a cabo en diversas regiones del cerebro: tronco cerebral, hipotálamo, hipocampo, cuerpo estriado, cortex, cerebelo y resto.

Mientras que con el antihistamínico Mircol (mequitazina) sólo se ocupaba entre el cero y el 7% de estos receptores, lo que garantizaba una ausencia total de somnolencia tras la administración del fármaco a dosis terapéuticas, con la dexclorfeniramina se llegó al 69%, con la tripolidina al 70%, con la difenhidramina al 60%, con la cinnarizina al 60% y con la prometazina al 70%. Quedaba en evidencia que con los antihistamínicos clásicos se ocupaba más del 50% de los receptores H1 cerebrales a diferencia de Mircol, de ahí que en la literatura médica para la presentación del mismo a los médicos se pudiese afirmar de manera categórica que este antialérgico no produce somnolencia y por consiguiente no interrumpe la actividad diaria normal y puede recetarse a todo tipo de pacientes, cualquiera que sea su trabajo o actividad...

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