viernes, 7 de marzo de 2014

Si la prevención salva vidas ¿por qué no prevenimos más?

Más del 50% de la reducción de la mortalidad por enfermedad cardiovascular (ECV) ha sido posible gracias a la modificación de los factores de riesgo. Reducir los niveles de tabaquismo, mejorar las dietas, reducir el consumo de sal, controlar la hipertensión y la obesidad, etc., ha hecho posible reducir la incidencia de las ECV en los países desarrollados durante las últimas décadas. Esto significa que una gran mayoría de las ECV pueden evitarse. A pesar de ello las medidas de prevención están poco extendidas y, por lo general, los gobiernos destinan sólo una pequeña parte del gasto sanitario a la prevención de enfermedades de cualquier tipo, normalmente el 3% en los países desarrollados.

El paciente que ha sufrido un episodio de una ECV, por ejemplo, un infarto agudo de miocardio o angina de pecho (las cuales suelen denominarse de forma conjunta como síndrome coronario agudo), se enfrenta a un elevado riesgo de mortalidad cardiovascular en los doce meses siguientes a sufrir el primer episodio. Sin embargo con unas estrictas normas de vida y alimentación, junto con el tratamiento farmacológico correcto, puede reincorporase a una vida normal.

Según el informe “El corazón del asunto: nuevos enfoques para la prevención de las enfermedades cardiovasculares”, elaborado por The Economist Intelligence Unit, con el patrocinio de AstraZéneca, las ECV representaron el 30% de las muertes que se produjeron en el mundo en 2010, por encima de las infecciones respiratorias, VIH o cáncer, con un coste económico total superior a 850.000 millones de dólares. Y en el caso de España la situación es peor ya que las ECV constituyen la primera causa de muerte con un coste estimado total de 2.000 millones de euros anuales.

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