lunes, 4 de agosto de 2014

Verano y calor


“Son 90.000 sensores repartidos por la piel los encargados de informar al cerebro de la temperatura ambiente. Cuanto más calor en el exterior, mayor cantidad de sensores se activan”. Así nos lo explica el Dr. Ángel Luis Villalón, Profesor de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Nuestra piel es una gran superficie para eliminar calor. Su temperatura cambia según la zona del cuerpo. Tronco y cabeza son las partes más calientes. Las más frías, brazos, piernas, manos y dedos. En estos últimos la temperatura puede ser de 30ºC, mientras el corazón está a 37ºC. ¿Cómo se explica? Porque la sangre va enfriándose desde el corazón hacia la punta de los dedos y calentándose en sentido contrario.

¿Es cierto lo de la sensación térmica? Sentimos un calor asfixiante. Miramos el termómetro y pensamos decepcionados: “pues no es para tanto”. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido esto? Parece como si la realidad y nuestra percepción no coincidiesen. Y es que verdaderamente no coinciden. La sensación de calor o frío no depende sólo de la temperatura. Influyen factores infravalorados, como la humedad y el viento. Si hace frío y además sopla viento, la impresión de frío es mayor. Calor y humedad juntos, provocan una sensación de agobiante bochorno.

Para el Dr. Villalón, “lo que realmente hace que sintamos calor o frío es la velocidad con la que el cuerpo pierde el calor que genera. Si lo pierde con excesiva velocidad sentimos frío, y si lo hace lentamente, calor”.

La humedad es decisiva. El sudor, al evaporarse, se lleva el calor de la piel y la enfría. Pero si hay mucha humedad en el ambiente, el sudor no se puede evaporar, la temperatura de la piel es superior y nuestra sensación de calor también mayor.

Según la lógica, los detectores de la sed deberían estar en la garganta. Sin embargo, se encuentran en venas, corazón y cerebro.
El centro de la sed se localiza en el cerebro. Sus neuronas detectan la cantidad de sal que hay en la sangre que pasa por allí. Si contiene poca sal, pasa líquido de la sangre a las neuronas, éstas se hinchan y desaparece la sensación de sed. Cuando la sangre contiene exceso de sal, las neuronas liberan el agua que contienen, se arrugan y viene la sensación de sed. Por eso, las cosas saladas producen sed y el agua la quita.

Existen, además, otros detectores que miden el estiramiento de las paredes de las venas. Si hay excesiva sangre en el interior de las venas, sus paredes se estiran, los sensores mandan señales de que hay demasiado agua en el cuerpo y dejamos de tener sed. Por el contrario, cuando una persona está deshidratada, las venas se encuentran “encogidas” y los sensores ordenan estimular la sed. En el corazón estos sensores detectan si las aurículas se llenan más o menos.

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