domingo, 22 de marzo de 2015

La importancia de estar contento con el tratamiento antipsicótico

(AZprensa) Para el doctor Santiago Herranz (en la imagen), la mejora en la calidad de vida de los pacientes es un aspecto primordial a la hora de tratar a los pacientes con esquizofrenia. “Que el paciente esté contento con el tratamiento” es fundamental en su opinión para el éxito de una terapia contra la esquizofrenia. En cuanto al aspecto económico considera importante tener en cuenta un tratamiento que “permita un ahorro en el número de visitas”.

La esquizofrenia se caracteriza por un amplio abanico de experiencias internas inusuales, y un comportamiento social inapropiado, así como una reducción de la participación en actividades sociales y ocupaciones habituales.

Los síntomas de la enfermedad se dividen, generalmente, en positivos (alucinaciones, delirios, desorganización conceptual, agitación y paranoia) y negativos (aplanamiento afectivo, apatía, aislamiento social y emocional).

Si bien los tratamientos habituales venían siendo efectivos desde los años 50 su utilidad estaba limitada por diversos factores. En primer lugar, un 30 por ciento aproximadamente de los pacientes son refractarios a ese tipo de tratamientos. Los neurolépticos convencionales tienen una actividad limitada en el tratamiento de los denominados síntomas negativos. Finalmente, un inconveniente de los neurolépticos clásicos es la tendencia a producir síntomas extrapiramidales (movimientos involuntarios) como distonía o parkinsonismo, incluso a las dosis terapéuticas. Estos síntomas causan una incomodidad y malestar profundo tanto en los pacientes como en sus familias, y con frecuencia conducen a un mal cumplimiento del tratamiento por lo que se producen nuevas recaídas de la enfermedad.

La aparición de los denominados antipsicóticos atípicos vino a superar estos inconvenientes, si  bien los primeros productos de esta nueva generación tenían algunos efectos secundarios que posteriormente han sido superados por otros fármacos más modernos. Entre aquellos efectos secundarios, destacaban el riesgo de producir agranulocitosis en un uno dos por ciento de los pacientes, lo que obligaba a realizar en todos ellos unos controles hematológicos periódicos. Otros problemas frecuentes, aunque no tan graves como el anterior, eran el aumento de peso que solían provocar, así como la elevación de la prolactina (que conduce a la disfunción sexual) e incluso la aparición de los citados síntomas extrapiramidales cuando se empleaban dosis altas.

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