miércoles, 22 de julio de 2015

La arquitectura como ciencia médica

(El Inefable) Arquitectura y Medicina son dos ciencias mucho más próximas entre sí de cuanto pudiera pensarse, máxime ahora cuando la nanotecnología ha comenzado a utilizarse en la arquitectura. El término “nanoarquitectura” aún no existe formalmente, pero a la luz de las explicaciones que nos da Marta Castellote, directora del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, quizás dentro de un tiempo forme parte habitual de nuestro lenguaje.

Para que comprendamos la estrecha relación entre Arquitectura y Medicina, Castellote expone en primer lugar que “la contaminación del aire que respiramos afecta mucho a nuestro sistema respiratorio y cardiovascular. Eso se sabe desde hace tiempo, pero investigaciones recientes plantean que la contaminación también está influyendo en enfermedades como la diabetes. Esto me parece crítico. Hace poco se publicó un artículo en el que también se relaciona la ansiedad, una de las enfermedades mentales más extendidas, con la contaminación del aire por partículas. Nos lo tenemos que tomar muy en serio, no solo por el planeta y el cambio climático, sino también por la salud de las personas”. A continuación nos introduce en las últimas investigaciones: “en el área de los nuevos materiales de construcción se está investigando la aplicación de nanomateriales que cumplan una función nueva respecto a los materiales tradicionales. Por ejemplo, nuestro grupo trabaja en materiales fotocatalíticos, que permiten reducir la contaminación exterior”.

Con objeto de que comprendamos mejor cómo se puede reducir la contaminación (y por tanto mejorar la salud) con la introducción de nanomateriales en la construcción, comenta que “la fotocatálisis, que es la tecnología en la que se basan estos materiales, consiste en introducir ciertos elementos en los materiales de construcción. Se trata de fotocatalizadores, generalmente de tamaño nanométrico, que se activan por la luz y dan lugar a unas reacciones que destruyen los contaminantes más habituales. Pueden eliminar gases inorgánicos (por ejemplo, los óxidos de nitrógeno que desprenden los tubos de escape de los coches) y también compuestos orgánicos volátiles, e incluso podrían llegar a eliminar partículas. Si utilizáramos estos materiales para cubrir amplias superficies, por ejemplo en pavimentos, podría reducirse la contaminación”.
Quizás el ejemplo más visual pude encontrarse en cómo “la suciedad se acumula y hace que se oscurezcan las fachadas. Por el mismo procedimiento que he explicado antes, estos materiales eliminan determinados compuestos y tienen esa capacidad autolimpiadora que hace que los edificios se mantengan blancos durante más tiempo. Eso ahorra mucho dinero”, añade.

Por lo que se refiere al tipo de nanomateriales, aclara que “el más utilizado es el dióxido de titanio. Es un semiconductor. Al incidir la luz de una determinada longitud de onda, un electrón se excita y salta, ocupando otra posición y dando lugar a especies que pueden sufrir reacciones de oxidación y reducción. Así se oxidará todo lo susceptible de oxidarse, también los contaminantes. El catalizador no se agota y conseguimos una reducción de contaminantes significativa en su entorno”.

Como se ve, Arquitectura y Medicina van a ir cada vez más unidas; incluso en el campo de la alergia al polen la nueva arquitectura podría ayudar: “el polen es muy complicado de destruir, porque su capa externa prácticamente solo se puede destruir por oxidación. Precisamente la fotocatálisis sería una forma a priori viable para destruir estos contaminantes. En una investigación preliminar hemos visto que podría ser factible. Para virus y bacterias ya se ha demostrado que es posible. En las pruebas hemos comprobado que el grano entero de polen se puede oxidar mediante la fotocatálisis, incluidos los alérgenos que tiene dentro. Pero hay que avanzar más para ver qué niveles de luz se necesitarían, etc.”.

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