miércoles, 19 de abril de 2017

Criticar y no mirarse al espejo

(AZprensa) En un artículo del periodista Jorge Batista Prats sobre los incentivos que reciben los médicos por parte de los laboratorios farmacéuticos, publicado el pasado 14 de abril en eldiario.es, nos ha llamado la atención el siguiente párrafo:

Más de la mitad de los médicos reciben regalos y un 81% aceptan inscripciones a congresos, gastos de viaje, alojamientos o comidas, e incluso el 28% recibe pagos por dinero en efectivo”, señala Joan Ramón Laporte, miembro del comité de técnicos de la Organización Mundial de la Salud.

Está claro que la intención con que se afirma esto es la de atacar a la industria farmacéutica como culpable de soborno a los médicos (por lo que se ve, sobornar es un delito pero aceptar sobornos no lo es); sin embargo no es esto lo que nos llama la atención sino la persona que lo dice.

El tal Joan Ramón Laporte se ha caracterizado desde hace años por sus ataques constantes a la industria farmacéutica y sin embargo él ha sido uno de los más beneficiados por tales prácticas puesto que ha sido frecuentemente requerido por los laboratorios para participar en mesas redondas, congresos, reuniones, etc., recibiendo a cambio los correspondientes honorarios así como gastos de viaje, manutención y alojamiento (y no precisamente en hoteles modestos o en restaurantes con menú del día). Además, este farmacólogo ha escrito numerosos libros, cuya edición ha estado pagada en la mayoría de los casos por los laboratorios farmacéuticos.

Por consiguiente, si acusa a los laboratorios de “comprar” a los médicos, lo que debería hacer es decir que el mejor ejemplo de médico que acepta favores de la industria farmacéutica es él mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustaría saber a qué País se refiere este señor o si para atacar a la industria farmacéutica el único argumento es de prácticas que han quedado hace tiempo desterradas: los médicos no pueden recibir regalos de la industria (ni un boli), solo pueden recibir aportaciones económicas fruto de relación contractual por servicios de formación o asesoría... Lo único a lo que se puede agarrar es a las colaboraciones en Congresos o a las invitaciones (cada vez más limitadas) a comidas.