lunes, 11 de agosto de 2014

Verano y dieta mediterránea

Según un informe de la FAO, la "creciente prosperidad" de la población en Europa meridional, el norte de África y Oriente próximo está propiciando que la dieta basada en frutas y verduras frescas se haya sustituido por alimentos "demasiado grasos, salados y dulces".

El cambio en los hábitos alimenticios y un mayor consumo de carnes y grasas, ricas en calorías, están provocando un "rápido deterioro" de la dieta mediterránea en los países europeos como España de donde es propia, según se desprende de un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Según este informe, la "creciente prosperidad" de la población en Europa meridional, el norte de África y Oriente próximo está propiciando que la dieta basada en frutas y verduras frescas se haya sustituido por alimentos "demasiado grasos, salados y dulces", explicó el autor del estudio, Josef Schmidhuber. Esto provoca que la dieta mediterránea haya "decaído y se encuentre en estado moribundo".
De hecho, entre 1962 y 2002 la ingesta diaria de calorías en Europa creció un 20 por ciento y pasó de 2.960 a 3.340 kilocalorías. Sin embargo, en Grecia, Italia, España, Portugal, Chipre y Malta, que inicialmente eran países más pobres que sus vecinos del norte, el aumento del consumo de calorías fue del 30 por ciento.
Esto ha provocado, por ejemplo, que Grecia sea hoy el país de la Unión Europea con la media más alta de Índice de Masa Corporal (IMC), y cuente con la tasa más alta de sobrepeso y obesidad.
Además, más de la mitad de los italianos, españoles y portugueses sufren igualmente de sobrepeso, quizá relacionado con el "notable incremento de calorías y carga glicémica" que se ha producido en las dietas de los residentes del Norte de África y Oriente próximo.

Ante el aumento de casos de obesidad, la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó que los lípidos no sobrepasaran el 30 por ciento del total del aporte energético de la dieta. Sin embargo, en Grecia, Italia y España, donde la grasa constituye el 40 por ciento de la dieta.

Schmidhuber atribuyó estos cambios en los hábitos alimentarios a la mayor renta per cápita de los ciudadanos, pero también a factores como el desarrollo de los supermercados, los cambios en los sistemas de distribución de alimentos, el hecho de que las mujeres trabajadoras tengan menos tiempo para cocinar, y a la costumbre de comer con mayor frecuencia fuera de casa, a menudo en establecimientos de comida rápida.
Al mismo tiempo las necesidades de calorías han disminuido, "la gente realiza menos ejercicio y se ha pasado a un tipo de vida mucho mas sedentario".
Sin embargo, y quizá motivados por este "deterioro", hace unos años España buscó el apoyo de la Unión Europea para proponer que la dieta mediterránea se incluyera como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, basándose en su "tradición milenaria" como alternativa para combatir problemas de salud como la obesidad o las enfermedades coronarias.

Además, la importancia de esta iniciativa radicaba en el "alto interés económico" para España y las numerosas del sector dedicadas a producir alimentos característicos de dicha dieta, como son los cereales, el aceite de oliva, las frutas y verduras, y el sector vitivinícola.

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