lunes, 2 de febrero de 2015

Una bomba contra el efecto invernadero

(AZprensa) La bautizada como “bomba microbiana de carbono” podría estar ayudando a la humanidad en su lucha contra el calentamiento global de nuestro planeta y sus consiguientes riesgos. Pero ¿qué es la “bomba microbiana de carbono”? Se trata de un mecanismo con el que el océano almacena carbono procedente de la actividad humana.

El océano contiene una enorme cantidad de carbono en forma de materia orgánica disuelta. El volumen, unos 700 billones de kilogramos, es comparable a todo el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. Casi toda la materia orgánica disuelta es producida por los microorganismos unicelulares que habitan los océanos y, mayoritariamente, persiste en el agua sin alterarse entre décadas y miles de años. La generación de estas sustancias se conoce como “bomba microbiana de carbono”.

Investigadores de la expedición Malaspina han dado un paso adelante en el conocimiento de la materia orgánica disuelta en el océano profundo, una enorme “caja negra” formada por gran cantidad de sustancias que persisten de cientos a miles de años. Los resultados, basados en 800 muestras de todos los océanos recogidas durante la circunnavegación del buque Hespérides entre 2011 y 2012, profundizan en el conocimiento de la “bomba microbiana de carbono”, un mecanismo con el que el océano almacena carbono procedente de la actividad humana.

“Este tiempo de vida es superior al tiempo que tarda en renovarse el océano profundo, unos 350 años, lo que significa que las moléculas fluorescentes, que representan entre el uno y el 15 por ciento de la materia orgánica, tienen potencial para secuestrar carbono antropogénico en las profundidades y, por tanto, contribuir a mitigar el efecto invernadero debido a la quema de combustible fósiles”, explica Xosé Antón Álvarez Salgado, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Los científicos esperan con su trabajo seguir avanzando en el conocimiento de la “bomba microbiana de carbono”, un mecanismo que podría llegar a emplearse en un futuro para producir mayor cantidad de materia orgánica disuelta persistente y contribuir así a mitigar los efectos del calentamiento global.

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