martes, 8 de diciembre de 2015

Venus, el día más largo

(Diario El Inefable) También conocido como estrella matutina o vespertina, puesto que es el primer y último objeto luminoso con el que nos obsequia cada noche el cielo, Venus es una planeta de los denominados rocosos (similares a la Tierra) con unas peculiaridades sorprendentes y totalmente inhóspito no sólo para la vida (tal como la conocemos) sino también para cualquier visita temporal al mismo.

Su tamaño es muy similar al de nuestro planeta, el diámetro de Venus es de 12.104 km. mientras que el de la Tierra es de 12.756 km. Su gravedad es también muy similar: 100 kilos en la Tierra pesarían 91 kgs en Venus. Su periodo de rotación alrededor del Sol (año venusiano) es de 225 días, algo menor que el de la Tierra (365 días), pero esto es explicable porque orbita más cerca del Sol que nosotros y por lo tanto su órbita es más pequeña. Ahora bien, hasta aquí llegan las similitudes. Veamos, pues, las diferencias.

Para empezar, resulta sumamente curioso conocer que el día en Venus dura más que el año en Venus, esto es, dicho planeta tiene días más largos (243 días) que años (225 días). Su eje de inclinación sobre la órbita es de sólo 3º, más parecido al de Mercurio (0º) que al de la Tierra (23,5º) y otra peculiaridad es que su órbita es retrógada, esto es, gira alrededor del Sol en sentido inverso a como lo hacen la Tierra y el resto de planetas de nuestro sistema solar a excepción de Neptuno que también tiene órbita retrógrada. De su órbita podemos decir también que es la más circular de todo el sistema solar, y del propio planeta destacar que es el más redondo de todos (como se sabe, por la fuerza de rotación los planetas suelen estar más achatados por los polos y ensanchados por el ecuador).

Y sí, también tienen atmósfera como la Tierra, pero esta es completamente diferente y poco amigable para los seres humanos. Está compuesta básicamente de dióxido de carbono, así como de nitrógeno, argón, monóxido de carbono, neón y dióxido de azufre, y es tan densa que ejerce un efecto invernadero (sobre todo por el dióxido de carbono) sobre el planeta, reteniendo el calor del Sol que a duras penas puede escapar a través de las nubes; esto ocasiona que las temperaturas en este planeta sean las más cálidas de todos los planetas del sistema solar: 462ºC que, además, son uniformes por todo el planeta, de tal forma que las oscilaciones de temperatura detectadas en el mismo se encuadran en una estrecha orquilla que va de los 400 a los 500ºC.

Pero no sólo es poco hospitalaria su temperatura, también lo es su presión. La atmósfera es tan densa que un humano sobre la superficie de Venus sentiría sobre sí una presión de 93 kg/cm3 (en la Tierra la presión que soportamos es de 1,03 kg/cm3). Para ilustrarlo mejor, diríamos que estar en la superficie de Venus supondría soportar la misma presión que si nos encontrásemos a 900 metros de profundidad en cualquiera de nuestros mares u océanos.

En cuanto a sus accidentes geográficos, las últimas sondas enviadas lo han pillado in fraganti, detectando importantes erupciones volcánicas. En realidad se han cartografiado más de 1.000 volcanes (muchos de ellos activos) con un diámetro mayor de 20 km., de los cuales 167 tienen un diámetro superior a los 100 km. El número total de volcanes que se estima tiene este planeta supera el millón.

Apenas hay fotografías de su superficie puesto que las nubes permanentes impiden fotografiarla, y hay que recurrir al radar y a sofisticadas técnicas y análisis para hacerse una idea de cómo debe ser la misma. Bueno, en realidad sí hay algunas fotos del suelo de Venus, tomadas por una sonda rusa que logró posarse en la superficie del planeta y enviarlas antes de sucumbir a sus insoportables condiciones climáticas. Lo que mostraron fue un suelo rocoso, sin nada digno de destacar, envuelto en una densa niebla de color amarillento. Porque en Venus llueve, sí, pero no agua sino ácido sulfúrico, el cual se evapora incluso antes de tocar el suelo debido a las altísimas temperaturas. Y en Venus también hay viento, con unas velocidades de 350 km/h en las capas más altas de su atmósfera y algo más lentos según nos vamos acercando al suelo.

Así las cosas, Venus queda descartado como planeta habitable... al menos por ahora, porque de lo que sí dispone es de una capa de ozono, aunque esta sea entre cien y mil veces más fina que en la Tierra, además de estar situada cuatro veces más alta que en nuestro planeta, esto es, a unos 100 km. de altitud. Ese ozono puede o no tener un origen biológico, ya que según los expertos, para considerar que la vida sea la productora de dicho ozono, su concentración tendría que ser igual o superior al 20% de la que tenemos en la Tierra y de momento, por lo que se sabe, está muy lejos de ese porcentaje.

Su origen puede estar en que la luz solar rompe las moléculas de dióxido de carbono y libera oxígeno, formándose así las partículas de ozono (O3). Hasta ahora el ozono solo se había detectado en las atmósferas de Marte y la Tierra. En nuestro planeta es un componente fundamental para la vida ya que absorbe gran parte de los rayos ultravioletas dañinos procedentes del Sol, protegiendo así a las especies que la pueblan.

Se piensa, precisamente, que la vida generó el ozono hace unos 2.400 millones de años, cuando los primeros seres vivos comenzaron a expulsar oxígeno a modo de residuo... millones de años después, la atmósfera de la Tierra tuvo grandes cantidades de oxígeno que permitieron el nacimiento de otras formas de vida de las que procedemos. Por este motivo, algunos científicos sugieren que la presencia de dióxido de carbono, oxígeno y ozono es una pista para investigar si existe algún tipo de vida en los planetas.

Bien, ya hemos visto que una visita humana a Venus no resultaría demasiado confortable, lo cual no significa que deba descartarse como punto de destino para futuros viajes interplanetarios, y esto es así gracias a la técnica denominada “asistencia gravitatoria”, descubierta en la década de los sesenta. Esta técnica permite a las naves espaciales aprovechar la gravedad de otro planeta  para ser literalmente catapultadas hacia el exterior. Venus se convertiría, de este modo, en algo así como un “planeta gasolinera”, un destino indirecto en donde coger velocidad para poder ir a otros planetas; y esto es algo que ya se ha hecho con algunas sondas que después han viajado hasta Mercurio e incluso Júpiter, por ejemplo.

Durante algún tiempo se creyó que Venus tenía un satélite y hasta se le bautizó como Neith. Sin embargo se ha comprobado que tal satélite no existe sino que se trata de un asteroide, denominado 2002VE68, de tan solo 200 metros de diámetro, que orbita alrededor del Sol en 224 días (prácticamente lo mismo que tarde Venus en recorrer su órbita) y, aunque está muy cerca de Venus su trayectoria es diferente ya que en determinados momentos queda incluso más cerca del Sol que el propio Mercurio.

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