lunes, 8 de mayo de 2017

La alimentación del futuro está en las algas

(AZprensa) Uno de los retos a los que se enfrenta la sociedad en el siglo XXI es el de ser capaz de alimentar a una creciente población mundial, y las algas –uno de los recursos marinos más abundantes y menos explotados- son una posibilidad para paliar este problema. La investigadora Elena Ibáñez y el investigador Miguel Herrero, ambos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), han descrito algunas de las características únicas que poseen estos organismos vivos para convertirse en la base de la alimentación del futuro.

Su rápido crecimiento y su facilidad para adaptarse al medio pueden permitir la producción a gran escala de algunos compuestos importantes desde el punto de vista nutricional, además de sustancias de actividad biológica que ayuden a la prevención de ciertas enfermedades.

Las algas pueden consumirse no sólo directamente como alimento, sino que de ellas pueden extraerse otros productos como aceites, ácidos grasos omega 3, proteínas, azúcares, vitaminas y antioxidantes. Estos organismos también tienen un gran potencial para ayudar en la lucha contra el cambio climático, ya que de ellos se puede obtener energía (como biodiesel), usarlos para el tratamiento de aguas residuales, como biofertilizantes e incluso como alimentos para los animales.

No obstante, a pesar de todas sus ventajas, las algas tienen también “otra cara de la moneda” ya que, por ejemplo, tienen un alto contenido en yodo que puede afectar a las personas con enfermedades tiroideas, y no todas tienen propiedades beneficiosas por lo que es preciso conocer cuáles son las toxinas que producen las algas y cómo se identifican. Así lo explican estos investigadores en su libro “Las algas que comemos”, editado por el CSIC.

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