domingo, 30 de julio de 2017

La tasa de éxito en la industria farmacéutica es del 0,6 por ciento

(AZprensa, Editorial) Como todo el mundo ataca y critica a la industria farmacéutica y los responsables de la misma callan, la imagen que queda es la de una industria con tan mala imagen que sólo la supera la industria armamentística. Sin embargo hay datos reales y objetivos que demuestran lo arriesgado y costoso que supone conseguir un fármaco de éxito, ese que todos quisiéramos disponer de él cuando estamos enfermos.

Como nadie lo proclama a los cuatro vientos, lo diremos aquí bien claro: En el año 2015 (por hablar de datos disponibles que sean recientes) había 7.262 nuevas moléculas en desarrollo y de ellas sólo 44 fueron autorizadas como nuevos medicamentos; esto representa una tasa de éxito de un miserable 0,6 por ciento.

Y ¿cuánto se gastaron para conseguir poner finalmente en el mercado ese fármaco nuevo? La cifra media marea: 2.425 millones de euros, según datos del año 2014 y que siguen subiendo de año en año, ya que –por ejemplo- esta cifra es 13 veces superior a la que se gastaban de media en 1979.

Pero no acaba aquí la cosa, todo ese proceso de poner un nuevo fármaco en el mercado dura una media que oscila entre los 12 y 13 años. Y por si creíais que ahí acaba todo, queda otro dato más espeluznante aún: sólo 1 de cada 5 nuevos productos puestos en el mercado consigue unos ingresos superiores a todo lo que fue necesario gastarse en su investigación.

Resulta lamentable que los laboratorios farmacéuticos sigan asumiendo ese papel de culpables, callando siempre ante los ataques que les llueven de todos los frentes, y no sean capaces de alzar la voz y gritar a los cuatro vientos datos como estos, porque ¿cuántas personas de las que critican a los laboratorios conocen estos datos?

No pretendemos afirmar que los laboratorios sean santos, verdaderas hermanitas de la caridad o desinteresadas ONGs, ni afirmamos tampoco que todo lo hagan bien y dentro de las más estrictas y correctas prácticas comerciales (que de todo hay en este y en todos los sectores). Su más grande defecto es su injustificado complejo de culpabilidad que les hace callar y no responder nunca a los ataques. Y es que, en definitiva, los laboratorios farmacéuticos no son ángeles, pero tampoco demonios; pero como callan lo bueno que hacen, tan solo llega a la opinión pública lo malo.

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