jueves, 27 de julio de 2017

Las bacterias intestinales tienen mucho que ver con nuestra felicidad

(AZprensa) Millones de microorganismos, en su mayoría bacterias, habitan en nuestro intestino y, al contrario de lo que pudiera parecer, contribuyen a mantenernos saludables. Ellos forman la llamada microbiota intestinal, que nos ayuda a digerir los alimentos, modula nuestro sistema inmune, optimiza el aprovechamiento energético de la dieta e incluso –se ha descubierto recientemente- afectan a nuestra actividad cerebral.
Carmen Peláez, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL-CSIC), explica cómo el deterioro de la microbiota intestinal se relaciona con enfermedades como la obesidad, las inflamaciones intestinales e incluso los trastornos neurológicos.

“El cuerpo humano –expone- está compuesto por células que se organizan en tejidos, órganos y sistemas, y por una parte muy importante de microorganismos que se distribuyen por el organismo. En concreto el colon es la parte del tracto digestivo que más microorganismos contiene y que conocemos como microbiota intestinal. Tenemos tantas células microbianas como humanas o incluso más y los genes microbianos son 100 veces mayor que los humanos. Aunque las cifras varían entre unas personas y otras, la población microbiana del colon incluye unos 30-50 billones de bacterias de unas 500-1.000 especies distintas. Es una diversidad enorme”.

“La microbiota intestinal –continúa explicando- es esencial para que estemos sanos. Esto es algo bastante desconocido fuera del ámbito científico. Tradicionalmente hemos entendido que los microorganismos eran algo perjudicial que había que combatir. Pero desde principios del siglo XX se sabe que tienen propiedades beneficiosas. Concretamente la microbiota intestinal tiene que implantarse en el recién nacido de forma correcta para que se dé un equilibrio -la homeostasis intestinal- que es de varios tipos. En primer lugar es metabólico, es decir, la microbiota nos ayuda a digerir la dieta no digestible por nuestras propias células. Los carbohidratos complejos, lo que popularmente llamamos fibra, no pueden ser absorbidos por nuestro intestino delgado, a diferencia de los carbohidratos sencillos, la grasa u otros componentes. La fibra llega intacta al colon y allí la microbiota intestinal se encarga de digerirla y producir a partir de ella metabolitos, ácidos grasos de cadena corta que son muy importantes para conservar la salud intestinal, fomentar las reservas energéticas y permitir que estemos metabólicamente sanos”.

Pero además, recientemente se habla de una relación entre estos microorganismos y el cerebro... “Cada vez es más evidente que existe un eje cerebro-intestino-microbiota. La relación entre el cerebro y el intestino es bastante intuitiva: cuando estamos nerviosos o tenemos estrés, sufrimos problemas intestinales, dolor de estómago, trastornos de la motilidad intestinal como diarreas o estreñimiento... Es decir, lo que sucede en el cerebro nos está influyendo en la actividad intestinal. Pero también, cuando tenemos una disfunción intestinal porque algo nos ha sentado mal, solemos estar de mal humor. De alguna manera existe ese eje, aunque es complicado explicar su base bioquímica. En una situación de estrés prolongada, el cerebro ordena la producción sostenida de altos niveles de corticosteroides; esas hormonas del estrés llegan vía sanguínea al intestino y ahí afectan a la microbiota y a la motilidad intestinal... Esa microbiota tiene mucho que ver con neurotransmisores y con la producción de serotonina, la hormona de la felicidad”.

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