martes, 9 de enero de 2018

Luna, la hija que se aleja

(AZprensa) La Luna es el único astro que podemos ver con relativo detalle con nuestros propios ojos, ya que sólo se encuentra a 384.000 Km. de la Tierra. Es nuestro satélite y, además, el de mayor tamaño en relación al planeta en torno al cual orbita. El diámetro de la Luna es de 3.474 Km. (el de la Tierra es de 12.756 Km.).

La inclinación de su eje es de 1,5º (23,5º la Tierra) y orbita alrededor de la Tierra en 27 días 7h y 43’ mostrando siempre la misma cara a nuestro planeta. Su órbita no es completamente circular y cuando se encuentra más cerca de la Tierra se ve de mayor tamaño (es lo que popularmente se conoce como “superluna” ya que su tamaño y brillo en ese momento es mayor de lo habitual). Además, la Tierra y la Luna ejercen tanta atracción el uno al otro, que esto se manifiesta no sólo en las mareas sino que incluso cada uno sufre un pequeño abultamiento en dirección al otro. Su cara oculta fue un misterio hasta el 7 de octubre de 1959 en que una sonda soviética consiguió fotografiarla; se vio así que la única diferencia respecto a la cara visible desde la Tierra es que tiene menos “mares” (zonas bajas) y ha recibido menos impactos de meteoritos.

Su gravedad es mucho menor que en la Tierra, 100 Kg. aquí pesan sólo 16 Kg. en la Luna. Aunque siempre se había dicho que no tiene atmósfera, recientemente se ha comprobado que sí la tiene, pero esta es tan débil que no es capaz de proteger contra la radiación solar ni generar viento. Las temperaturas, en consecuencia, son extremas, con -233º C en las zonas de sombra y +123º C en las zonas bañadas por el Sol. De hecho se ha confirmado que existe hielo en el fondo de algunos cráteres profundos –como por ejemplo, el denominado Aitken- a los que nunca llega la luz del Sol y por consiguiente aún conservan el hielo procedente de cometas que se estrellaron allí hace miles de años.

Las tierras altas están cubiertas de regolita (fina capa de roca y polvo procedente de los meteoritos que han impactado). Como la regolita es más reflectante que el basalto (presente en las zonas más profundas) esto hace que las zonas altas se vean de color más claro y brillante mientras que las zonas bajas (a las que se llama “mares”) aparezcan más oscuras por la presencia del basalto.

Se especula que la Luna salió de la Tierra cuando un objeto estelar impactó contra nuestro planeta. Ese impacto sería el responsable de la inclinación del eje de la Tierra. No sólo el análisis de sus rocas concede a estas la misma composición y la misma antigüedad que a la Tierra sino que además la Luna se aleja de nuestro planeta a una velocidad de 3 cm por año. Aunque sea muy lentamente, la Luna nos dice adiós.

La atmósfera de la Luna se conoce técnicamente como exosfera, es muy delgada y sus átomos raramente colisionan. Se compone principalmente de helio, argón y neón, y su abundancia depende de la hora del día: picos de argón al amanecer, con más neón a las 4:00 h y de helio a la 1:00 h. La mayor parte de la exosfera proviene del viento solar, pero hay una parte que también procede del interior de las rocas lunares.

Antes de la llegada del hombre a la Luna se creía que podía existir algún tipo de vida microscópica en la misma, y por eso a los astronautas del Apolo XI se les tuvo en cuarentena. Afortunadamente no la había, porque cuando llegaron a la Tierra y se abrió el módulo de mando sobre la superficie del océano, los astronautas entraron en contacto con el personal de salvamento y con el entorno que iba desde dicho módulo a su recinto de cuarentena, así que hubiera sido imposible evitar ese hipotético contagio.

Más sorprendente fue el descubrimiento realizado por los astronautas del Apolo XII cuando recogieron de la superficie lunar la sonda Surveyor lanzada tres años antes; al analizarla en la Tierra se descubrió que las bacterias terrestres que viajaron en su interior continuaban vivas. Desde entonces, todas las sondas que se envían al espacio se esterilizan a fondo.

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